sábado, 19 de mayo de 2018

VIGILIA DE PENTECOSTÉS


Como nos invita la oración colecta de este día, nos disponemos a clausurar este tiempo PASCUAL, tiempo hermoso donde hemos contemplado en el interior de nuestras almas: 



  • Los misterios de Cristo: Pasión, Muerte y Resurrección. 
  • La valentía de los discípulos para anunciar la "Buena Nueva".
  • Llamados a ser testigos de la Resurrección con nuestras vidas.
  • A dar testimonio con alegría, en medio de la persecución.
  • Y con la fuerza del Espíritu, seguir anunciando y celebrando en la Iglesia naciente que Cristo está vivo, junto con María, "Madre de la Iglesia".
Les compartimos, esta Vigilia de Pentecostés, preparada por el P. Publio Díaz, ocd. Feliz fiesta de Pentecostés.



VIGILIA DE PENTECOSTES 2018: EL ESPIRITU SANTO, DADOR DE VIDA.


        Preparada por P. Publio Díaz ocd

Introducción: Llegamos al cincuentésimo día de las celebraciones pascuales.  Celebramos la efusión del Espíritu Santo sobre la comunidad apostólica y María. He pensado en esta Vigilia para poner de manifiesto que la vida en todas sus manifestaciones es obra del Espíritu de Dios.  Él nos fortalece, nos ayuda, nos da esperanza cuando aún como una vela que se apaga este desapareciendo de nuestro horizonte.  Oremos fuertemente para que este Espíritu haga desaparecer de nuestro día a día todas las insidias del demonio y que renueve nuestra adhesión a Jesucristo buscando caminos de santidad y de mayor entrega a su reino.  Comenzaremos con la proclamación del pregón de Pentecostés que puede ser recitado por un laico que lea bien con un fondo musical suave.  Feliz fiesta de Pentecostés!!


PREGÓN DE PENTECOSTES.

IAlegrense el Cielo, la Tierra y cuanto en ellos habitan! iAlégrese todos los hombres y mujeres que comparten nuestro mundo! ¡Alégrense ya que nos hemos reunido en asamblea santa para celebrar grandes misterios.

 Hoy celebramos este Espíritu que aleteaba sobre las aguas informes al inicio de la creación era ya realización de la promesa de vida abundante que nacería del corazón traspasado de Jesús.
Este Espíritu habló por la boca de patriarcas y profetas anunciando tiempos nuevos, tiempos de renovación

Hoy celebramos el día en que los pueblos primitivos, al llegar al final de la siega de la cebada, se apresuraban a recolectar el trigo, dando gracias de la cosecha, y ofrecían, reconocidos a Dios, las primeras espigas de este otro cereal.

Hoy celebramos también que el Pueblo de Israel, nuestro hermano mayor, recibió la Ley Santa dada por Dios a Moisés, y que esta comunidad nos la legó a nosotros.

Éste es el día en que la desafortunada confusión de lenguas en Babel se hizo riqueza, diversidad fecunda, y permitió la llegada de la gozosa noticia cristiana a cada uno de los hombres y mujeres de todo el mundo, en su propio idioma.

Y en la plenitud de los tiempos, este Espíritu realizó la obra admirable de la Encarnación, cuando en el seno de la Virgen María, posó su sombra para que habitase definitivamente Dios en nuestra humanidad.

Este Espíritu animó la misión de Jesús llevándolo al desierto y luego proclamando en la sinagoga el año de indulgencia para el pueblo y empujando a Jesús a la misión del anuncio del Reino de Dios. Es el mismo espíritu que nos es dado en la cruz.

Este es el día en que los apóstoles de Cristo, reunidos con santa María y las demás mujeres que acompañaron al Señor, recibieron el Espíritu, que trans­formó sus vidas, los hizo salir de su escondrijo y empezaron a transmitir la Buena Noticia que ha llegado hasta nosotros y que nuestra presencia aquí evidencia.

Éste es el día en que la pequeña comunidad de discípulos se convirtió en Iglesia y ha sido durante siglos, a pesar de sus limitaciones y pecados, ima­gen visible de Cristo. 

Este Espíritu, regalo de la Pascua de Jesús es el artífice de la obra de  nuestra santificación, es el motor que anima la vida de la Iglesia, que renueva este cuerpo místico con la abundancia de sus gracias, carismas y ministerios.

Este mismo Espíritu, nos reúne hoy en espíritu de alabanza y glorificación para darnos fuerza para luchar ante todos los obstáculos de la vida.  Dulce huésped del alma, llena el vació de los que buscan la felicidad en las cosas que pasan.  Tú que eres fuerza, robustece nuestros corazones para amar sin descanso.  Tú que eres fuego, devóranos cuando nos sintamos cómodos y fríos ante el dolor de los otros.

Espíritu Santo, luz de luz, renueva con la efusión de tu presencia nuestras vidas.  Consume en tu fuego de amor todas las inmundicias y pecados que nos han apartado del camino de Dios.  Establece en cada uno de nosotros el sentido de Dios que anime y conduzca a nuestro país por caminos de bendiciones, de prosperidad y fraternidad.

Te bendecimos, oh Padre, por el regalo del Espíritu que has hecho al mundo.  Te damos gracias por que por medio de él sigue renovando la faz de la tierra.  Haznos sensibles a la acción de este tu Espíritu en nosotros y ayúdanos a inculcarla en todos los acontecimientos de la vida.

Oh Dios, tres veces santo, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, hermano y gran redentor nuestro, te dirigimos esta nuestra alabanza, en la esperanza de que un día lleguemos a gozar de tu presencia y compañía por toda la eternidad. Amén.


EL ESPÍRITU DADOR DE VIDA
En el credo decimos que “creo en Espíritu, Señor y dador de vida”.  Hoy queremos celebrar esa vida que para nosotros nace por acción gratuita y divina en el bautismo.  Así como las plantas y toda la creación necesita del agua para subsistir, crecer, florecer y dar frutos, de igual manera el ser humano necesita del agua bautismal que sacramentalmente lo sumerge en la misma muerte de Cristo y le hace renacer como una criatura nueva a la vida de Cristo que el mismo le otorga en el bautismo. “El bautismo nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, es decir al Hijo, pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad.  Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo”(San Ireneo, dem. 7).  El gran regalo del bautismo es nuestra unidad con el Verbo, Jesús y así somos mirados a través del Verbo como poseedores de la vida de gracia y del  don de la incorruptibilidad.  Este regalo de la vida de Dios nos hace responsables del cuidado de la propia vida corporal y espiritual y nos hace responsables también de la vida de los hermanos.  En ellos habita el Espíritu Santo, ellos también son morada de Dios y lugar de encuentro con él. No podemos hacer caso omiso de la pregunta que nuevamente Dios nos hace: “¿Dónde está tu hermano?” Y como Caín responder: “No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?”(Gn 4,9). Tenemos una responsabilidad que nace de nuestra adhesión a Cristo por el Espíritu Santo en el bautismo de colaborar a que cada persona sea capaz de vivir como persona, digna y responsablemente, favoreciendo positivamente todo aquello que le permita al hermano alcanzar la plenitud de vida que lleva dentro de sí por la inhabitación divina concedida en el bautismo.
Preguntarnos:
¿Qué tanto valoro mi bautismo?
¿Reconozco toda la riqueza que se me ha regalado en el mismo?
¿Lo vivo como una realidad solo personal sin ninguna implicación con la realidad del hermano?
¿Me siento llamado a propagar esa vida nueva que he recibido?

Lectura  de la  Palabra:

El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús, en pie gritaba: El tenga sed que venga a mí; el que cree en mí que beba. Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva” (Jn 7, 37-38)

Canto:

Yo tengo un gozo en mi alma, gozo en mi alma, gozo en mi alma y en mi ser. ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! Es como un río de agua viva, río de agua viva. Río de agua viva en mí ser.

No te avergüences y alaba a tu Señor, no te avergüences y alaba a tu Señor, da gloria a Dios, gloria a Dios, da gloria a Él, no te avergüences y alaba a tu Señor.

Con alegría, alaba a tu Señor, con alegría, alaba a tu Señor, da gloria a Dios, gloria a Dios, da gloria a Él, con alegría, alaba a tu Señor.

Ama a María y alaba a tu Señor, ama a María y alaba a tu Señor, da gloria a Dios, gloria a Dios, gloria a Él, ama a María y alaba a tu Señor.

Ama a tu hermano y alaba a tu Señor, ama a tu hermano y alaba a tu Señor, da gloria a Dios, gloria a Dios, gloria a Él, ama a tu hermano y alaba a tu Señor.

Gesto:

Mientas se canta, las personas se acercan a la fuente de agua y sumergen su mano derecha en ella y se signan en la frente.

¿Por dónde nos lleva hoy el Espíritu?

Con uno de nuestros himnos litúrgicos oramos de esta manera.

Esta es la hora
en que rompe el Espíritu el techo de la tierra,
y una lengua de fuego innumerable
purifica, renueva, enciende, alegra
las entrañas del mundo.

Esta es la fuerza
que nos pone en pie a la Iglesia en medio de las plazas 
y levanta testigos en el pueblo
para hablar con palabras como espadas
delante de los jueces.

Llama profunda
que estructuras e iluminas el corazón del hombre;
restablece la fe con tu noticia,
y que el amor ponga en vela la esperanza,
hasta que el Señor vuelva.

Cierto, el Espíritu nos ayuda a tomar conciencia de nuestros techos. De esos techos que nos impiden tantas veces ver y, sobre todo volar. De esos techos que no sólo dificultan nuestro hacer sino tantas y tantas veces hasta nuestro mismo orar

Si esta es la hora en que el Espíritu rompe justamente esos techos, podemos y debemos preguntarnos: ¿Hacia dónde debemos volar? ¿Por quién debemos orar? ¿Junto a quién debemos trabajar? ¿Cuáles son hoy; finalmente los caminos por dónde quiere llevarnos el Espíritu?

Y una voz, como muy desde dentro, nos responde: Por los mismos de aquel Pentecostés. Partiendo de Jerusalén, centro de la espiritualidad y símbolo de la experiencia religiosa, el Espíritu condujo a los seguidores del Señor.

1º Hacia Emaús:

Aquellos discípulos se marchaban desesperanzados y desencantados camino de Emaús (Lc 24, 3-35). Es el mismo camino del cansancio y del desaliento; de a desconfianza y del escepticismo; de la frustración y del desengaño respecto de todo lo religioso, por el que caminan muchos de nuestros hermanos de humanidad. El mismo camino donde Él espera hacerse el encontradizo con ellos por medio de nosotros. Cómo... en aquel tiempo”

2º Hacia Jericó:

Es el camino de Jerusalén a Jericó del que nos habla Lc 10, 29-37. El camino que conduce hacia el apaleado, caído, marginado y empobrecido. El camino que siempre nos llevaré junto a las víctimas de las mil y una injusticias, de los mil y un dolores que afligen hoy a millones de seres humanos y de los que debemos ser los prójimos.

3º Hacia Roma:

Entendiendo por Roma en primer lugar lo que supone para nosotros hoy esta Urbe como sede del Vicario de Cristo y epicentro de nuestra Iglesia y de su Magisterio. Pero también lo que Roma supuso para Pedro y Pablo como centro del mundo entonces conocido. Hacia esa dirección nos impulsa también hoy el Espíritu infundiéndonos el deseo de llevar el Evangelio a todas las culturas para injertar para inculturar en ellas sus valores. Es el camino que nos lleva “hasta los confines de la tierra, según Hch 1, 8. Es, sin duda,  el camino que conduce a la Iglesia hacia todas las gentes para que todos escuchen la Buena Noticia “en su propia lengua”. Es el camino, en fin, hacia el diálogo, el respeto y la tolerancia desde el núcleo de esta Aldea global que hoy es nuestro mundo.

4º Hacia Atenas:

El mundo hacia el que se dirigió Pablo. El ámbito del pensamiento y del saber De la pregunta por el sentido de la vida y de las cosas. El mundo de la increencia y del agnosticismo y de la indiferencia religiosa. El mundo de cuantos problemas genera esa interminable dialéctica entre ciencia y fe.

Hoy, como en Hch 1 7, 23-24, ése deberá ser uno de nuestros destinos apostólicos: La búsqueda de los distintos areópagos donde los creyentes entablemos diálogo racional y razonable, orante o directo, sobre todo cuando se puede y debe hablar con cualquier ser humano que busca, aun sin saberlo, ese altar al “Dios desconocido”.

¿Nos quedó suficientemente claro por hacia donde debemos dirigir nuestras plegarias y nuestros pasos?

Dejamos un momento de silencio orante para asumir lo reflexionado y colocarlo ante el Señor en la Eucaristía  o celebración de la Palabra que vamos a iniciar

Entra procesionalmente una cruz con siete cirios o velas encendidas para señalarnos que el misterio que hoy celebramos es la plenitud del misterio que hemos celebrado hace 50 días: La Pascua de Jesús.  
P: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo esté con ustedes
T: Amén
P: El Dios de la esperanza, que por la acción del Espíritu Santo nos colma con su alegría y con su paz, permanezca siempre con todos ustedes.
T: Y con tu espíritu
P: San Pablo nos recuerda que: “Nadie puede decir ¡Jesús es Señor! Sino por influjo del Espíritu Santo” (1 Cor 12,3).  Invoquemos pues al iniciar esta celebración la presencia de ese Espíritu que nos permita experimentar el señorío de Jesús en nuestra vida con todo su poder salvador.  Que la muerte que nos ha invadido a través del pecado sea absorbida por el Espíritu dador de vida:

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Padre omnipotente, ten piedad de nosotros.
Jesús, Hijo eterno del Padre y Redentor del mundo, sálvanos.
Espíritu del Padre y del Hijo y Amor infinito Uno y del Otro, santifícanos.
Trinidad Santísima, óyenos
Espíritu Santo, que procedes del  Padre y del Hijo.      VEN A NOSOTROS
Promesa del Padre,
Don de Dios Altísimo,
Rayo de luz celeste,
Fuente de agua viva,
Espíritu de amor y de verdad,
Fuego abrasador,
Autor de todo bien,
Unción espiritual,
Caridad ardiente
Espíritu de sabiduría,
Espíritu de entendimiento,
Espíritu de consejo y fortaleza,
Espíritu de ciencia y de piedad,          VEN A NOSOTROS
Espíritu de temor del Señor,
Espíritu de gracia y de oración,
Espíritu de paz y de dulzura,
Espíritu de modestia y de inocencia,
Espíritu consolador,
Espíritu santificador,
Espíritu que gobiernas la Iglesia,
Espíritu que llenas el universo,
Espíritu de adopción de los hijos de Dios,
Espíritu Santo, imprime en nosotros el horror al pecado,      TE ROGAMOS, OYENOS
Espíritu Santo, sana las heridas producidas por el pecado
Espíritu Santo, ven a renovar la faz de la tierra,
Espíritu Santo, derrama tus luces en nuestra inteligencia,
Espíritu Santo, graba tu ley en nuestros corazones,
Espíritu Santo, abrásanos en el fuego de tu amor,
Espíritu Santo, ábrenos el tesoro de tus gracias,
Espíritu Santo, enséñanos a orar como se debe,
Espíritu Santo, ilumínanos con tus inspiraciones celestiales

P: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.

Exhortación antes de la liturgia de la Palabra:
Amados hermanos: imitando a los Apóstoles y a los discípulos que con María, la Madre de Jesús, se dedicaban a la oración en la espera del Espíritu prometido por el Señor hemos llegado al corazón de esta Vigilia en la celebración de la Eucaristía.  Escuchemos ahora la Palabra de Dios con profunda atención y reposadamente.  Meditemos los prodigios que hizo Dios a favor de su pueblo y pidamos que el Espíritu Santo, que el Padre envió como primicia para los creyentes, lleve a plenitud su obra en el mundo.

LITURGIA DE LA PALABRA
Monición Primera Lectura: El hombre no superara la división representada por la confusión de lenguas sino es por la presencia del Espíritu Santo que es el creador de la comunión en el amor. Escuchemos.
 Génesis 11,1-9
Sal 32, 10-11.12-13.14-15: DICHOSO EL PUEBLO QUE EL SEÑOR SE ESCOGIÓ COMO HEREDAD
Oración: Dios todopoderoso y eterno, haz que tu Iglesia sea siempre tu familia santa y que congregada en la comunión del Padre y del Hijo y del Espíritu, manifieste al mundo tu santidad y el misterio de tu unidad y lo conduzca a la perfección de tu amor.  Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Monición Segunda lectura: La ley dada a Moisés se convierte en el código que le enseñara al pueblo de Israel a conocer la voluntad de su Dios.  Escuchemos.
 Éxodo 19, 3-8a.16-20b
Cantico Daniel 3,52.53.54.55.56   A TI GLORIA Y ALABANZA POR LOS SIGLOS o Sal 18, 8.9.10.11 SEÑOR, TU TIENES PALABRAS DE VIDA  ETERNA
Oración: Oh Dios, que en el monte Sinaí, en el resplandor del fuego diste a Moisés la ley antigua, y que en el día de hoy con el fuego del Espíritu Santo, manifestaste la nueva Alianza: haz que nuestros corazones ardan con aquel Espíritu que infundiste de modo admirable en los Apóstoles, y que el nuevo Israel, reunido entre todos los pueblo, reciba con alegría el mandamiento eterno de tu amor.  Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Monición Tercera lectura: Al pueblo que ha experimentado la muerte en el destierro, se le promete un Espíritu que le vivificará.  Escuchemos
Ez 37,1-14
Sal 106, 2-3.4-5.6-7.8-9: DAD GRACIAS AL SEÑOR, PORQUE ES ETERNA SU MISERICORDIA
Oración: Señor, Dios de poder, que restauras al hombre caído y, una vez restaurado, lo conservas: aumenta el número de los que se renuevan por tu acción santificadora y haz que todos los que reciben la purificación bautismal sean guiados siempre por tu inspiración.  Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

Monición cuarta lectura: El cumplimiento de la promesa del Señor se manifestara en la abundancia de su Espíritu sobre el pueblo.  Escuchemos
Jl 3,1-5
Sal 103,1-2ª. 24 y 35c.27-28.29bc-30 ENVIA TU ESPIRITU, SEÑOR, Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA.
Oración: Cumple para nosotros, complacido, tu promesa y envía, Señor, al Espíritu Santo para que nos convierta ante el mundo en testigos valerosos del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.  El, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Se entona solemnemente el Gloria

Oración colecta: Te pedimos, Dios omnipotente, que brille sobre nosotros el resplandor de tu gloria; y concédenos que la claridad de tu luz confirme con la iluminación del Espíritu Santo los corazones de quienes hemos renacido por tu gracia.  Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Monición quinta lectura: El Espíritu Santo anhela y realiza en todo creyente la santidad, culmen del proyecto salvador de Dios.  Escuchemos                                                                                                                                       
Rom 8,22-27
Aleluya

Monición al Evangelio:  La recepción del Espíritu Santo es un don gratuito que se le dará al creyente.  Escuchemos
Jn 7,37-39

Homilía

Renovación de las promesas bautismales y profesión de fe:
Queridos hermanos: El testimonio de una comunidad alegre, esperanzadora y comprometida con su realidad y en la que surgen diversidad de carismas y servicios indican la vitalidad de una comunidad que acoge la fuerza del Espíritu Santo y se convierte en un signo de esperanza para el mundo.  Anunciemos al mundo nuestra fe renovando nuestras promesas bautismales. 
(Todos se ponen de pie)
¿Se comprometen a renunciar del pecado, que se manifiesta en el egoísmo, la mentira, la envidia, la venganza, la usura y el aprovecharse de las necesidades del otro?
R. Sí, me comprometo
¿Se comprometen a renunciar al pecado que se manifiesta también en la búsqueda del placer por el placer sin importar los otros, en la búsqueda de la comodidad, en el consumismo desenfrenado?
R: Sí, me comprometo
¿Se comprometen a dejar de buscar, ante todo, los propios intereses personales y poner en el corazón y en la vida, el corazón y la vida de sus hermanos?
R: Sí, me comprometo
¿Renuncian a Satanás, autor y príncipe del pecado, a todas sus obras y seducciones?
 R. Sí,  renuncio.
Así entonces, proclamemos nuestra fe
¿Creen en Dios, el Padre Bueno que nos ama y nos ha creado por su amor y que por su amor ha creado todas las cosas en el cielo y en la tierra?
R. Sí, creo.
¿Creen en Jesús, Hijo del Padre y hermano nuestro, que nació de María Virgen y que pasó por este mundo haciendo el bien y murió entregando su vida, para darnos vida, y vida en abundancia?
R, Sí creo
¿Creen en Jesucristo que resucitó y está a la derecha del Padre y que permanece con nosotros hasta el final de los tiempos?
R. Sí, creo.
¿Creen en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que continúa actuando en nuestra historia, principalmente en los hombres y mujeres que se comprometen en la construcción del Reino y que se dio a los apóstoles en el día de Pentecostés?
R. Sí, creo.
¿Creen en la Santa Iglesia Católica, la cual nos permite hacer un camino de seguimiento de Jesús, a través de una vida en comunidad, y de donde nace el llamado a ser constructores de la sociedad, para gloria de Dios y de los hombres?
R. Sí creo.
¿Creen en la comunión de santos, hermanos nuestros, que nos han precedido en la fe y que a la luz de su testimonio nos animan a ser mejores discípulos del Señor?
R. Sí, creo.
¿Creen en el perdón de los pecados, que se manifiesta plenamente en el sacramento de la reconciliación, donde Dios nos acoge y recibe al igual que al hijo pródigo?
R. Sí, creo.
¿Creen en la resurrección de los muertos y en la vida eterna, que hemos heredado gracias al gran acto de amor de Jesucristo, al dar la vida por cada uno de nosotros?
R. Sí, creo.
Esta es nuestra fe. Esta es la Fe de nuestra Iglesia, que nos gloriamos de manifestar en esta noche, en Cristo Jesús nuestro Señor.
OFRENDAS
PEQUEÑO CIRIO ENCENDIDO: Siete dones del Espíritu, que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu: Sabiduría,  Ciencia,  Consejo,  Piedad, Temor de Dios, Entendimiento, Fortaleza.
AGUA: Es el Espíritu Santo el que nos da nueva vida  en el bautismo y apaga la sed espiritual de los hombres.
MONEDAS Y ANILLOS: El es para nuestro corazón, prenda, garantía y herencia de lo que vendrá. Es pacto de fidelidad, entrega, donación mutua.
PERFUME: Espíritu Santo, lenguaje del amor, es presencia y alegría. Buen olor de Cristo que debe  ser cada cristiano ungido por el Espíritu.
SAL: EL Espíritu como sabiduría da gusto a las realidades. Conserva y preserva de la corrupción
FUEGO: Llama viva que da calor, purifica y enardece el corazón, como fuego de fundidor y lejía de lavandero que quita las manchas y libera de la culpa y de sus heridas más profundas.
VINO: El es abundancia. Debemos vaciar y limpiar nuestro cántaro para que no se pierda el perfume de este Vino del Espíritu, que no falta en el banquete del Reino de Dios y que tampoco pudo faltar en las Bodas de Caná.
OLEO: Es signo de la alegría, de sanación, de alimento, de prosperidad, de bendición, de iluminación.
PAN Y VINO: Alimento que repone las fuerzas a nuestro caminar y que por la acción del Espíritu serán transformados en el pan de vida y bebida de salvación.
INCIENSO ARDIENDO: El humo suave que se eleva al cielo y penetra con su olor y su suavidad el ambiente, halo de misterio en nuestra realidad natural.
Rito de la paz:
El Espíritu Santo nos manifiesta y nos trae la Paz, que es fruto de la Resurrección de nuestro Señor. Agradecidos de Él, de su presencia en medio de nosotros, esta noche despidámonos dando un abrazo de paz y que esta paz la podamos transmitir a nuestros hogares y a nuestra ciudad.
La Paz del señor esté con ustedes
R. Y con tu espíritu
Como Hermanos muy queridos nos damos la paz.

Después de la comunión hacemos el recuerdo de la Virgen que nos ha acompañado silenciosamente durante nuestro encuentro orante. Cada uno de los presentes, puestos en círculo, coloca las palmas de sus manos frente a sí. Exhala sobre ellas su aliento y extiende, poco a poco sus brazos a lo alto trazando un circulo de suerte a sus manos vayan a entrelazarse con las de quien está a sus lados. Ya en esa posición, todos cantan repetidamente con palabras o boca cerrada, la antífona con el texto de Hch. 1, 14:

“Todos perseveraban en la oración,
con María, la madre de Jesús…” (Repetitivo)

Monición de despedida:

 

Después de celebrar con efusión esta Vigilia de Pentecostés, somos conscientes de la responsabilidad que tenemos: hacer que esta llama siga encendida en cada uno de nuestros corazones para ser luz que alumbre a tantos hermanos nuestros que siguen caminando en las tinieblas y la oscuridad. Escuchamos el siguiente canto:


Color de esperanza

Sé que hay en tus ojos con solo mirar,
que estas cansado de andar y de andar
y caminar, girando siempre en un lugar.

Sé que las ventanas se pueden abrir;
cambiar el aire depende de ti;
te ayudara, vale la pena una vez más.

Saber que se puede, querer que se pueda,
quitarse los miedos sacarlos afuera;
pintarse la cara color esperanza,
tentar al futuro con el corazón.

Es mejor perderse que nunca embarcar,
mejor tentarse a dejar de intentar,
aunque ya ves que no es tan fácil empezar.

Sé que lo imposible se puede lograr,
que la tristeza algún día se irá,
y así será: la vida cambia y cambiará.

Sentirás que el alma vuela
por cantar una vez más.
Vale más poder brillar
que sólo buscar ver el sol.

Oración final y bendición solemne

(Como opcional se puede hacer al final y fuera del templo una fogata y danzar alrededor de ella con cantos alegres al Espíritu Santo y terminar con una pequeña merienda o un té para celebrar esta gran fiesta)







0 comentarios:

Publicar un comentario

Con la tecnología de Blogger.

Lo Más Visto

Síguenos en Facebook

Síguenos en Facebook

Seguidores